miércoles, 25 de marzo de 2009

Miércoles, 25 de marzo

Con la cabeza despejada, pienso que ella debe irse. No aceptarle dinero, no dejarlo entrar más y, en el peor de los casos, llamar a la policía. Cuando él dispara, dispara. En Aicher no se puede confiar. Yo puedo hacer poco o nada, porque no tengo dinero. Pero ella aún puede vivir varios meses con el dinero, alhajas, etc. que tiene e irse luego a Austria con sus padres. O en el peor de los casos, a Berlín, donde Hedda.
Me la encuentro al mediodía. Nos vamos al Siebentischwald. Le reprocho que trate falsamente a R, que lo tome en serio. Y siga aceptándole dinero. R no se lanza contra muros de piedra, sino de goma solamente. Lo que ella quiere, en definitiva, es tranquilizarlo. Y él lo sabe: su último refugio no es el bastón de estoque, sino el lloriqueo. Ayer quiso asfixiarla, y amenaza constantemente con el asesinato. Mar tendrá que armarse, está totalmente inerme. Cuando él la ataque, ella tendrá que fulminarlo como a un perro rabioso. Tal vez sea mejor marcharse, aunque él la seguirá.
Bertolt Brecht