Jackson Pollock nació en la pequeña ciudad de Cody (Wyoming), al oeste de los EEUU, en 1912. Fue el menor de cinco hermanos. Su infancia estuvo marcada por las constantes ausencias de su padre, y una madre con un fuerte carácter autoritario, que influirá decisivamente en la forma de ser del artista. A los 15 años comenzaría su dependencia del alcohol, y esto, unido a sus problemas familiares, harían de Pollock una persona con graves problemas psíquicos, por lo que eran constantes sus ingresos y terapias en clínicas psiquiátricas.
Inició su formación artística en Los Angeles, para más tarde trasladarse a Nueva York. Allí trabaja con el pintor realista Thomas Benton, y sus primeros trabajos están claramente influenciados por éste. Entre 1936 y 1940 se interesó por el trabajo de los muralistas mexicanos Orozco y Siqueiros, y por el arte aborigen americano.
En 1940, Nueva York pasó a convertirse en el centro del arte, dejando a un lado a la capital artística por excelencia, París, gracias a los propios surrealistas europeos que huían del nazismo. Pollock supo impregnarse de este ambiente cultural y, en 1942, expone en la célebre muestra surrealista, junto a Miró y Matta, entre otros. Un año más tarde, Peggy Guggenheim le organiza una exposición individual, que recibió una formidable crítica que alababa su combinación de abstracción y simbolismo. El nombre de Pollock empezó a sonar con fuerza entre los ambientes más selectos y bohemios de la ciudad. Junto a él, otros jóvenes artistas como Rothko constituyeron una nueva visión del arte norteamericano, y a su arte, se le atribuyó el concepto de Expresionismo Abstracto. Así, Pollock se convirtió en el modelo de artista de vanguardia.
Pollock alcanzó la fama gracias a su técnica del dripping (goteo y chorreado de pintura sobre lienzos extendidos en el suelo). Otra peculiaridad de su obra era el tamaño descomunal de sus cuadros. También creó la action painting, por la cual se consideraba de igual importancia tanto el desarrollo de la obra como su resultado final. El hecho de que los lienzos estuviesen dispuestos en el suelo, permitía a Pollock entrar dentro del cuadro, literalmente, y estar en completo contacto con sus obras.
El 11 de agosto de 1956, Pollock, bebido al volante de su automóvil, choca contra un árbol y muere. Este drástico final, junto a su triste situación familiar, su carácter irascible y la innegable originalidad de su arte, pronto hicieron de él una leyenda, tan solo comparable a la del genio solitario y loco Vincent Van Gogh.
Qué pena que nos quedemos tan pronto sin artistas como éste. Aunque seguro que su trágica vida y final aportan mayor sentimiento a sus obras. Ya me contarás más cositas...
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